A 8.000 metros de profundidad, frente a sus costas, un océano inmenso de petróleo puede convertir a Brasil en una nueva e influyente potencia mundial. Una ocasión histórica que el presidente Lula quiere aprovechar para acabar con la pobreza y el atraso de su país y para financiar el Mundial de Fútbol de 2014, los Juegos Olímpicos de 2016 y el tren de alta velocidad.
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